martes, 10 de mayo de 2016

14.- UN RELATO PORNO ERÓTICO PRIMAVERAL



Una Noche en Praga con Sissy 

(de la exitosa serie “Otra noche sin pragas”)

Podía invitar a Sissy a cenar, o a comer, o a almorzar, o a merendar. Daba igual, nunca comía nada. Solo bebía… y mucho… y casi nunca agua.

Mientras hablábamos, desenrolló el alambre del tapón de la botella de champán y lo había vuelto a armar varias veces. Luego lo transformó en un muelle, luego lo estiró hasta convertirlo en un rectísimo florete de esgrima con guardas y gavilanes.

Mientras la conversación transcurría por los apacibles senderos de “¡Qué rico que está esto! ¿Verdad?” (Diálogo absurdo, por otra parte, ya que solo comía yo… ¡Más me hubiera valido invitar a un menesteroso!) su maestría dactilar transformó el alambre en un perrito; pero cuando los pies del diálogo se metieron hasta las trancas en el farragoso charco de “¡Buah, qué guapa que estás esta noche, tía… Haces que me sienta abrasadoramente genésico!” sus manos empezaron a moverse a una velocidad imposible de seguir por el ojo humano y transformó el alambre como por intervención divina en un Ferrari F-1 turbo inyección del 76.



Uno ignoraba si la inquietud de la muchacha se debía a que le turbaba la idea de estar frente a un individuo que le acababa de manifestar su admiración y de resultas dello sentíase abrasadoramente genésico. Yo desconocía, asimismo, si ella se sentía igual de ardorosa, o, por el contrario, le urgía salir por pies del restaurante huyendo de semejante sátiro. Su habilidad con las manos y dedos  hizo que mi mente se zambullera en un piélago de fantasías, si no eróticas, sí pornográficas.

- Esta mujer tiene que ser mía, pensé.
- Yo tengo que ser suyo, seguí pensando.
- ¡Santo Cristo! – dije ya en voz alta - ¿No es eso la Torre Eiffel?
Si, y he puesto a algunos visitantes subiendo.
- ¿Nerviosa?
- ¿Nerviosa yo? ¿De qué?
- De los nervios.

Fuera como fuera la cosa, los nervios no impidieron a la mollar Sissy acompañarme a Praga, concretamente al Hotel Praga, donde pretendíamos desfogar nuestros instintos más lúbricos por la vía rápida, follando lentamente hasta derretirnos.



El ascensor estaba lleno de botones, uno humano con gorrito ridículo y otros muchos con números impresos. La presencia del humanoide me impedía comenzar los prolegómenos “ad líbidum” con Sissy. Hubiera estado muy bien marcarse un previo antes de entrar en la “suite”. Tal vez una somera masturbación, su espalda pegada contra el espejo, con las bragas a la altura de los muslos y la faldita bajada hasta los tobillos. Hubiera sido un bonito detalle con el encargado de vigilar las imágenes de las cámaras de seguridad, un excitante modo de vencer el tedio de observar toda la noche una cabina llena de botones.

Tras utilizar el baño como si fuera gratis: a tope de agua caliente y con todos los productos de limpieza en su interior (geles, champús, sales minerales, dentífrico…. Hasta la esponjita para limpiar zapatos…) procedo a arrancar el somier de la cama y ponerlo en el suelo apoyado contra la pared, a modo de reja de penal. El colchón también al piso... ¡Hala!... Me desgarré la camiseta  con la calavera impresa que llevaba bajo la camisa para obtener jirones de tela con los que poder atar a la reja las muñecas de mi querida Sissy.
Usé los restos de camiseta restantes para improvisar una venda y taparle los ojos, para que no supiera en ningún momento lo que iba a suceder. Siempre es una sensación agradable sentir que alguien se entrega a ti hasta el punto de quedarse indefenso y a tu merced.



La imagen era de foto premiada: Sissy tendida en el suelo de la habitación, semidesnuda, tan solo con su precioso sujetador negro de encaje y sus braguitas, también negras. Su generoso pecho subía y bajaba, agitado por la tensión del momento.
Sus brazos permanecían estirados, sus muñecas firmemente amarradas a los alambres del somier. Y menos mal que estaba atada, porque dada su habilidad digital, hubiera sido capaz de convertir el somier del establecimiento en la fachada del Palacio Real. Tenía sus piernas juntas, los gordezuelos muslos bien apretados, como queriendo evitar lo inevitable.



Lamí el cuerpo de Sissy en su totalidad, pausadamente, sin prisas, sin escatimar en besos y saliva. Desde las manos, siguiendo por los brazos, rezagándome adrede en sus lindas axilas, bajando hasta sus pechos, retirando muy lentamente el borde del sostén y convirtiendo sus pezones en dos duros montículos… Apretando con suma dulzura sus blanditas y sedosas tetas, regodeándome en el precioso contraste que ofrecían con sus pezones tiesos entre mis dedos. Retiré la prenda de su cuerpo sin reparar en cierres, quizás un tanto bruscamente. Ella reaccionó retorciéndose entre mis brazos, entregada. Cuando separé sus muslos se ofreció ante mí un paraíso. En ningún momento le quité las bragas, simplemente separé la tela de su sexo y me lo comí durante muuucho tiempo, saboreándolo, penetrándolo, lamiendo su clítoris un rato, follándola con la lengua otro. De vez en cuando un besito al culete, mordisqueando sus gordas y maravillosas nalgas. Luego me levanté, y la dejé sufrir en silencio mientras me fumaba un cigarro. Encendí uno para ella, que iba poniendo en sus labios de vez en cuando.



Estábamos realmente calientes. ¿Te apetece abrazarme? Le pregunté. Si, si, por favor, contestaba ella con concupiscencia en su voz. ¿Quieres que te desate? Por favor… siiii. No, le decía y tras apagar los “pitis” le metí la punta de la polla en su coño. Y allí me quedé, sin moverme. ¿Quieres que te folle? Le pregunté. Ella ya ni contestaba, solo jadeaba y suspiraba, y entreabría su boca buscándome y yo la besé y nuestras lenguas bailaron una dulce danza de sexo insatisfecho.
Entonces retiré mi sexo del suyo y le susurré al oído:
- No te voy a follar, esclava mía, mi dulce amor… Tan solo te dejaré ahí atada, desnuda, sin poder ver cómo me hago una paja mientras te miro. Y tan solo sabrás que me he corrido cuando lo notes en tus labios, en tu boca, en tu cara.




Ella se retorcía bajo mis susurros y entonces la solté y le retiré la venda… ¡En qué momento! Como una fiera procedió a invertir la tortilla y en menos de un minuto era yo el que estaba atado y con los ojos vendados. ¡Con qué fuerza me sujetó al somier! ¡Hijo de puta! ¡Cabrónazo! Ahora vas a saber lo que se siente. Y me la devolvió, ya lo creo. Se fumó un cigarro mientras me acariciaba. Al poco rato sentí como agarraba mi polla y me hacía una pajita en cámara lenta, con mucha suavidad. Desde el glande hasta mi vello púbico tardaba una eternidad en bajar su mano, y a mí me encantaba. Entonces sucedió algo con lo que no contaba: Mientras subía y bajaba con parsimonia su dedo índice por mi pene, se acercó a mi oído y con una dulzura y un deseo imposible de describir me dijo muuuuy bajito:
- Ahora voy a ser yo la que te voy a dejar ahí tirado. Me sentaré en tu pecho y mientras te miro a la cara, acercaré mi coño a tu boca, sin tocarla, y me haré una paja.

Fue imposible contenerme. No había terminado de decir la frase y ya me estaba corriendo como un poseso. Pues eso, que estuvo genial.

¡Y lo bonita que está Praga en Primavera!

© 2016 Rafael Martínez Sainero, Pirata